«Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo»…(Eclesiastés 3:1, BNVI).

El año 2016   fue uno muy duro para mí «casa» y nuestro íntimo círculo familiar. Se puede decir que estuvimos en un período de  desierto, en el cuál como el pueblo de Israel, no encontrabamos la salida del mismo.

Tuvimos que sobrellevar situaciones  de seria  estrechez económica.  A duras penas nos daba el dinero para pagar las cuentas más básicas. Todos los vehículos se dañaron varias veces en este tiempo. Dos de nuestros hijos tuvieron sendos accidentes de tránsito, en los cuáles los carros recibieron tales daños que hubo que descartarlos como pérdida total. También enfrentamos «asaltos» a nuestra salud. No bien estábamos resolviendo un evento cuando ya comenzaba a suceder el otro. Era como si estuviéramos en medio de una lucha de boxeo profesional a quince asaltos. Esos combates «cuerpo a cuerpo» en los que apenas te dan par de minutos para sorber un poco de agua, sellarte las heridas y secarte el sudor. Así nos sentíamos mi amado y yo, pero los «rounds» nos parecían ¡ interminables !

Entre todos esos incidentes; alguno de ellos ahora mencionados, hubo uno en particular que paralizó nuestro corazón. Fue uno inesperado y que NUNCA pensé que Cómo familia cristiana  tendríamos que afrontar. No tengo palabras para describir todo lo que lloré, todo lo que padecí y sufrimos.  Cuantas noches no dormí….En el calendario de mi vida ese día será inovidable; porque como en los tiempos del caudillo Josué, mi sol se detuvo en Gabaón y mi luna se paró en Ayalón (Josué 10:12).

A ese día siguieron otros y esos se convirtieron en semanas. Las semanas se convirtieron en meses. La angustia, el desasosiego y  la deseperanza eran mi diaria compañía. No había consuelo posible o palabras de aliento que me devolvieran la alegría. A duras penas se confortaba mi espíritu al leer la Biblia. En medio de mis oraciones le hice muchos cuestionamientos  a Dios y también muchas reclamaciones. Preguntas sin respuesta. Cosas sin entender.  En esos momentos cayó sobre mí la noche oscura del alma y tuve mi primera crisis de fé. 

Como mujer de fé cristiana; la cuál he venido aprendiendo y desarrollando desde mi conversión en el año 1986 , se supone que deba saber que  como dijo Jesucristo: «En el mundo tendrán afliciones», pués éste es un versículo básico y fundamental de nuestra primera etapa de discipulado;  y aunque algunos(as) nos hayan querido vender » el Evangelio de Disneyworld» y un mundo color de rosa, ciértamente ,  en el mundo caído en cuál vivimos tendremos y deberíamos esperar que padeceremos aflicciones.

Pero….. » Give me a break»!!….No nos hagamos los (as) más fuertes e inquebrantables. Hay aflicciones  y  ¡ Hay aflicciones !  y hay situaciones y/o eventos que son muy duros de sobrellevar.

Hay golpes que con un poquito de  jabón antiséptico, triple antibiótico y una curita se resuelven. Hay otros que requieren sutúra. Los más fuertes  rayos X, entablillado y un buen vendaje. En mi gran aflicción del alma, el  Médico  por excelencia: el Espíritu Santo de Dios; el que siempre interviene en éstos casos,  determinó  que la intervención correcta requería de rayos X, sutúra, una buena dósis de antibióticos, entablillado y un buen vendaje. Las radiografías revelarían lo que no se veia a simple vista por el contagio de la noche oscura del alma.  La herida abierta se sanaría con varios puntos.  Para evitar infecciones, se aplicaría una buenas dósis de antibióticos. Mi  fé debido a la crísis,  necesitaba ser restaurada con un buen entablillado y un fuerte vendaje.

¿ Cuál fue el detalle que llamó la atención del Médico, y lo guió a tal «prognosis» ?. Que, en medio del conflicto, la paciente había perdido de vista la parte más importante y significativa del predicamento :»En éste mundo afrontarán aflicciones, pero ¡ Anímense ! YO he vencido al mundo. (Juan 1 :33, BNVI).

4 comentarios en “La Plenitud del Tiempo – I

Deja un comentario